La lavanda ha sido integrada a la cocina desde la antigüedad debido a sus propiedades antisépticas, antiinflamatorias, digestivas y calmantes, pero especialmente por su aroma y sabor fresco.
Para infusiones se usa una cucharadita de flores secas de lavanda por cada taza de agua caliente, se deja reposar unos minutos y se sirve. Es deliciosa combinada con té negro, de manzanilla, anís, menta o melisa, a los que se les añade un puñado de hasta 6 flores por cada cucharadita de té.
La lavanda integra una de las mezclas de hierbas aromáticas más populares de la gastronomía francesa, las Hierbas Provenzales o Herbes de Provence, junto al romero, el tomillo, el perifolio y la albahaca, entre otras.
Las flores secas de la lavanda aromatizan y dan un sutil sabor a guisos, aves y arroces. Y para quienes disfrutan de los postres, aportan una delicada presencia en flanes, cremas, helados y galletas. Combina muy bien con chocolate.
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